Érase una vez una
veterinaria que curaba a toda clase de animales, pero en especial a las
tortugas.
Se llamaba Claudia y tenía
una tortuga que se llamaba Lula. Un día cuando Claudia abrió la puerta de su
casa no se dio cuenta de que Lula estaba detrás y al cerrar la puerta la pilló
y se la llevó a su clínica y la curó.
FIN
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