Sus habitantes estaban hartos de no
ver el sol, así que a Roberto se le ocurrió una idea. Reunió a todas laS
personas en la plaza del pueblo y les dijo que si querían que saliese el sol
tenían que llamarlo por su nombre.
Roberto les enseñó una canción:
¡Lorenzo,
lorencito
Sal ya
prontito!
Y por arte de magia apareció el sol. Todos se pusieron muy
contentos.
FIN
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