Javier era el dueño de un
taller de coches. El taller era mágico y Javier tenía mucho trabajo. Arreglaba
los coches con solo decir “coche bonito, arréglate un poquito y ponte nuevecito”.
Los dueños de los coches
se quedaban asombrados y no querían llevar el coche a otro taller que no fuese
el de Javier.
Ganó mucho dinero. Puso más
talleres por toda la ciudad.
FIN
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